Artur Mas ha conseguido lo que Aznar y Zapatero no consiguieron nunca. Mas ha enterrado la iniciativa legítima de acción social de Esquerra y ha fulminado internamente su partido derechón, llevándose además por delante a Durán i Lleida. Artur Mas ha desintegrado a la derecha y a la izquierda, y ahora va a desintegrar la intentona independentista porque las corruptelas al final envenenan todo.
Como español me avergüenzo de la corrupción del bipartidismo que ha gobernado y gobierna mi país, y espero que las elecciones generales sean punitivas en este punto. Lo que no entiendo es que una revindicación como la independencia de un territorio se haga sin una mayoría de apoyo popular y con una alianza difusa que ha convertido a Esquerra en un cómplice de la corrupción del pujolismo.
Es triste que Oriol y su grupo hayan permitido que Artur Mas haya volatilizado un proyecto de izquierdas que podía haber logrado avances importantes para muchos ciudadanos en Cataluña. La corrupción, además, ha convertido al independentismo en una especie de huida hacia adelante, en una forma de ganar todo el tiempo que se pueda ante los casos de imputación y de corruptelas internas que ocultan presuntamente los años de gobierno de Jordi Pujol.
Si los votantes de Junts pel Sí no tienen esta percepción crítica es que el clientelismo campa a sus anchas en ayuntamientos y administraciones, algo que es inmanente al PPSOE. La corrupción en España ha volatilizado la importancia de las instituciones para muchos ciudadanos y el descreimiento ha calado demasiado dentro de los partidos nacionales. Las semejanzas son incuestionables y me duele decirlo. Pero ahora los catalanes son tristemente más españoles que nunca.
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