Después de escribir su nuevo libro de cuentos, Yo soy la locura, publicado en Huerga & Fierro, Andrés Ortiz Tafur conversa sobre la versatilidad del género y sobre los fundamentos teóricos que se esconden tras el ejercicio de su particular narrativa: un realismo zafio, de notable influencia norteamericana, sin menospreciar la ironía que subsiste en la derrota de sus personajes, definen la escritura de sus últimas narraciones.
Andrés Ortiz Tafur, autor de Yo soy la locura. |
Pregunta: ¿Por qué el eliges el género cuento para expresar tu mundo literario? ¿Hay novelas fallidas detrás de algún cuento?
Respuesta: Al cuento llegué como lector; soy de esos tipos raros que si han de elegir, prefieren una buena colección de relatos antes que con una buena novela; de los que entran a las librerías y preguntan si tienen un apartado para los libros de cuentos. Me apasiona el género y cuando me siento a escribir, las historias se me plantean de esa forma, como cuentos.
¿Novelas fallidas en algún cuento? No. Hay ejercicios de estilo que podrían haber desembocado en algunas malas novelas, y que en un determinado momento, antes de tomar la dirección de la papelera, son rescatados para el inicio de algún relato. Desde mi manera de entender el cuento, existe muy poco espacio para dudar si la historia se ha de construir en un puñado de páginas o en un par de centenares.
P.: Tus personajes son seres corrientes, instintivos, perdedores, frívolos. ¿Son un reflejo involuntario o voluntario de la sociedad en la que vivimos?
R.: Voluntario. Yo soy uno de esos tristes que piensa que la felicidad es una quimera situada en un camino por el que no transita ni Dios, o una rueda que gira en una sola dirección y nosotros unos inútiles que nos empeñamos en empujar hacia el lado contrario. Y como me gusta escribir sobre la realidad que percibo, aunque en ocasiones la aborde desde el surrealismo, pues me sale eso: gente que no es feliz y trata de serlo, o gente que, casi sin querer, pisa ese camino por el que transita la felicidad y se emplea concienzudamente en salir de él y en borrar sus huellas.
Cierto es que exagero en la vida y obra de mis personajes, que los conduzco al extremo; pero si a las historias por las que se mueven se les quita el maquillaje, creo que todos, sin excepción, forman parte de nuestra sociedad y son acogidos como seres normales, corrientes, del montón.
Sunlights in Cafeteria - Edward Hopper. |
P.: ¿Qué opinión te merece el realismo mágico del boom hispanoamericano que a mí particularmente acabó saturándome tanto en su versión cuentística como novelística?
R.: A mí me han cansado los imitadores o los escritores que no han pasado de fase y persisten de manera inamovible en esa idea del cuento. Los originales, no. Y los releo con asiduidad. Y continúo aprendiendo. Me ocurre lo mismo con el realismo sucio. Y fíjate, en varias reseñas de Caminos que conducen a esto, mi primer libro de cuentos, se me englobaba en ese registro: realismo mágico. Y con Yo soy la locura, mi segunda colección de relatos, se me mete en el saco del realismo sucio. ¿Se equivocan? No creo; supongo que todos los escritores arrastramos influencias, aun sin pretenderlo, y que esas etiquetas solo obedecen a la necesidad de proporcionarles pistas al posible lector.
Western Motel - Edward Hopper. |
P.: El último cuento de Yo soy la locura es una fábula sarcástica de todo el libro. Huyes del efecticismo y de la sorpresa imprevisible, que agradezco, pero ese cuento parece una particular teoría de tu forma de entender el cuento. ¿Somos hormigas que obedecen al instinto primigenio o una sociedad adocenada por los prejuicios?
R.: Antes de decantarme por titular el libro Yo soy la locura, barajé otro par de títulos: Los últimos deseos y Caminando en círculos. El cuento al que te refieres,La cuadratura del círculo, lo escribí justo cuando me inclinaba por titularlo así:Caminando en círculos, así que aciertas de pleno en que con ese cuento trato de reírme una chispa del resto de cuentos que conforman la colección.
Somos las dos cosas que me preguntas. ¿Para qué ahorrar en defectos, sí también son gratis? Y creo, además, que el verdadero monstruo en el que a veces nos convertimos viene de ese choque que se produce entre lo primigenio y las maneras que nos exige la sociedad de le que formamos parte.
Hotel By A Railroad - Edward Hopper. |
P.: Tu lenguaje es claro y conciso, directo, como un Salter o un Carver. ¿Es fruto de tu actitud personal ante el mundo de las relaciones o es una elaborada intención literaria?
R.: Ambos aspectos tienen que ver y ambos son primordiales en la construcción de mis cuentos.
En lo literario, hubo un tiempo en el que ornamentaba los textos lo indecible; ese tiempo macabro en el que uno se dice que escribe para sí mismo porque no te aguanta un párrafo ni Harry… Luego vino la época de la flagelación: entendí que las florituras distraen, cansan, pesan, mutilan; y empecé a corregirme hasta que borré casi por entero a ese escritor que solo escribe para sí mismo, que había en mí. Y ahora, en la actualidad, hasta te diría que camino en un páramo inquisidor y tacaño con las palabras, y apenas utilizo las estrictamente necesarias, y dentro de ésas, las más claras, las que ejercen de linterna sobre el mapa. Yo al cuento lo entiendo así: directo, conciso, como un disparo en el pecho de la literatura. Es el cuento que me gusta leer y, por tanto, el que intento escribir.
¿Si es mi actitud personal ante el mundo de las relaciones? Lo es; pero yo no siempre soy tan atrevido como mis personajes. Una pena…
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