Como breves memorias de un pasado reciente, los poemas de Cristina Morano encuentran la belleza de las formas en la cotidianeidad de las rutinas. Publicado por Bartleby editores, en Cambio climático cualquier mínima experiencia emerge desde el recurso literario como una resonancia de un breve paraíso artificial donde los sinsabores, los acontecimientos diarios y los pequeños objetos acontecen como un ornamento sutil al mismo tiempo que efímero para superar la previsible derrota de una existencia basada en las convenciones, en los horarios, motivada por los deseos incumplidos, por las aspiraciones fallidas: "Toda la noche he estado con él/ ¿sabes?, la seca brisa del otoño/ se alzaba y nos veía caminar/ sin saber más del otro que sus pasos" (pág. 28).
Los espacios urbanos son los espacios de la memoria, fragmentos de una turbadora experiencia que busca en las costumbres ordinarias una clase de belleza maldita, de significados eternos y transcendentales donde cabe la posibilidad de sublimar el hastío y esa sensación claustrofóbica de que no hay salida más allá de la experiencia inmediata, de la visión de los urbanitas que transitan en su mundo, ausentes del alcance de la belleza que Morano explora a su alrededor: "Pasan los chinos a mi lado/ por la acera, siguiendo el mapa/ de su móvil. Van buscando/ su nueva calle,llevan varios bolsos./ Su cabello es negro.Y el nuestro./ Llevamos parecidos los abrigos./ Hemos perdido toda traza de historia,/ no hay antepasados distintos/ en la casa del hambre" (pág. 37).
La inmediatez y los objetos son una falacia, la prueba necesaria que el poeta exige para superar el mundanal ruido y atravesar aquello que es tangible para convertirlo en otra experiencia más ligera, poseedora de otra verdad que transforma los recuerdos en una inquietud inefable, en otra vivencia asumible solamente si nos desprendemos del apego a las cosas que trazan nuestra particular biografía en un mundo que hemos de habitar, pero no, por esa razón, menos detestable: "Tengo varios tesoros: las toallas/ robadas en hoteles y entre todas/ las del Hotel Suecia, con su sol/ radiante y su sonrisa./ La extiendo contra laintemperie,/ para empezar un libro/ que hable de las cosas que nossecan" (pág.11).
Mientras la vida sucede, los objetos, las visiones y los disfraces se acumulan y, ante esa paradoja, solamente queda "este sitio de respeto y aliento entre nosotros".
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