"Ser la silla o la mosca", así me lo dijo sonriendo, cerrando la boca después de masticar el lodo virginal. Quiso luego desnudarse para adentrarse en las aguas, pero, al interrumpir el sueño con mi bocina, el litoral dorado desapareció y sus senos quedaron atrapados en el deseo y en el limbo de la vigilia. Lara Croft no quiso golpearme, porque esta vez los agitadores habían convocado una reunión a hora nona y mi palabra es la ley, y si se hubiese atrevido a sacarme los intestinos, como suele hacer con los Hombres Morsa, la partida no hubiese durado mucho y yo ya no podría haber imaginado más sueños para que ella sumergiera en aguas borrosas sus senos de nodriza cibernética.
Lara Croft esperó en la silla y pidió que el vodka estuviese almibarado con huevas de mosca, pero nadie escuchó su petición. El camarero Barckley se había reunido con los agitadores y el descenso por el río había sido notablemente insaciable para que el alcohol hiciera mella en nuestros cuerpos. Estabamos cansados de amar y coleccionar escarabajos "Ser la silla o la mosca, o la cruz invertida en mi seno", volvió a decir y el mundo ardió entre nosotros como arde la pólvora en los estómagos de las ballenas.
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