Yo soy la locura, de Andrés Ortiz Tafur
Su lenguaje es directo y los temas de sus narraciones son temas modernos, fundamentalmente sobre relaciones de pareja de este siglo. Por esas dos razones, Ortiz Tafur ya es un escritor necesario en este mundo de palmeras de nieve, costuras y monólogos de Grey. Su prosa emula la crudeza de muchos retratos sociales que los escritores americanos han ido haciendo después de la II Guerra Mundial.
Editado en Huerga & Fierro, Yo soy la locura es un libro de cuentos con inicios rotundos, algunos, auténticos aforismos, y con desenlaces de novela inacabada. La modernidad del autor radica en que no apuesta por moldes manidos como el efecto sorpresa del relato urbano hispanoamericano, sino que cuenta con una ironía vesánica historias personales, de diván de psiquiatra, imaginarios individuales poseídos por la obsesión de los instintos más primarios, adictos a la inmediatez de un contexto tan hiperestimulante como son los azares, las doctrinas y las convenciones de este siglo que Ortiz Tafur hace volar por los aires con sus personajes, la mayoría de ellos grotescos: tipos noctámbulos, hipócritas de una clase media que no admiten la deriva de su hastío y arriesgan finalmente por transgredir, por ser corruptos antes que serviles padres de familia o domesticadas mujeres.
Lo que más me gusta de Yo soy la locura es que el lenguaje es conciso, sin ornamento, pues no hay brillantez estudiada o intencionada, sino que la voz del autor fluye desde un ritmo automático, aprendido y personal, si bien la influencia de Bukowski o Carver -este último se cita en un cuento- está ahí. Esa ventaja en Ortiz Tafur a veces se convierte en un problema, porque hay un ritmo monótono en algunos momentos de la lectura como sucede también con los cuentos de Bukowski.
Sin embargo, por su estructura, estilo y ambientación, sus cuentos huyen de tópicos melodramáticos, del fetichismo por lo histórico y por ese realismo mágico que todavía encandila, pero que considero más que agotado. Hay realismo en Ortiz Tafur, pero su realismo es un realismo salteriano, de bar de carretera, de cuadro de Hooper, de motel de Hitchcock, de seres marginales que apuntan a su propia decadencia desde la primera línea porque el mundo nunca es suficiente para ellos y explorar el paraíso que ansían es sumergirse en la traición, hacerse la víctima en los vericuetos del azar, follar en vez de amar para decir sencillamente "Hasta luego".
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