He soñado con él en varias ocasiones y lo he presentido como el Bucho que se lleva a los niños en la saca. Artur Mas ha envejecido prematuramente y lo veo en su cara, en su encanecimiento, en la fatiga de su rostro hierático, de mandíbula filosa. Artur Mas me da miedo porque ha conseguido en menos de dos años lo que no consiguió ni Nixon ni Reagan. Artur Mas ha desintegrado su propio partido, ha eliminado la acción social y digna de Oriol Junqueras y de toda Esquerra, esto es, se ha cargado la izquierda, la extrema y la de centro, que podría haber gobernado Cataluña per secula seculorum. Artur Mas ha hecho que Durán i Lleida sea tan sólo un mal recuerdo y ha convertido la autodeterminación en un proceso que, para muchos, es una huida hacia adelante de lo que esconde la presunta corrupción pujolística.
No sé quién es Artur Mas. No sé si es independentista o uno de los mercaderes del templo. Sé que mira con ira a la cámara y que su sonrisa quebrada es un escalofrío en mitad de una road movie con caníbales endogámicos encerrados en una gasolinera. Me da miedo Artur Mas y esa capacidad para destrozar todo voluntariamente o involuntariamente. Es demasiado tarde para que el independentismo se tome en serio si sigue comandando esta balsa de Medusa, es demasiado tarde para recuperar a Oriol, es demasiado tarde para recuperar a Convergència, es demasiado tarde para recuperar a Artur.
La voracidad devora a a la voracidad como el Uroboros de los bestiarios, y yo lo sueño porque su imagen desprende esa luz absaloniana de ángel exterminador. Demasiada literatura en el envés de mi cerebro, pero el daño es irreparable para España y Cataluña. Y Artur ha sido el enviado.
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