El profesor de Física José Antonio Cayuelas me envió hace unos días una carta sobre su experiencia como espectador en un concierto de bandas de música. No me resisto a publicarla, puesto que emoción y admiración por la música en sus registros clásicos y populares siguen constituyendo una parte muy importante de la cultura levantina de nuestro país. En este caso, la banda de música de Rafal (Alicante) es el motor de estas palabras que traducen ese evocador sentimentalismo que tanto significan para generaciones de músicos y de familias que educan a sus hijos en esta clase de orfebrería.
"La HISTORIA, así escrita con mayúsculas, se labra también a bases de pequeños logros, y hoy yo he asistido a uno de ellos.
He sido partícipe, como espectador, del concierto que la banda de la Sociedad “Arte Musical” de Rafal ha ofrecido en el ADDA –Auditorio de la Diputación de Alicante- dentro de su III ciclo “Las bandas de la provincia de Alicante en el ADDA” y llevado por la sensación que ello me ha producido no puedo más que responder con esta breve crónica.
Estoy seguro que ni el compositor de Cullera Rafael Talens, aunque por proximidad geográfica y profesional tal vez pudiera ser que sí, ni el francés Leo Delibes, ni el londinense Lloyd Webber han tenido noticia de la existencia de esta banda “Arte Musical”. Tampoco Thomas Doss y Alan Menken, los otros dos compositores que completan el programa ofrecido por la banda; pero de haberla conocido, tengo la certeza de que hubieran destinado sus obras a ella.
Ha sido tal la unión entre partitura e intérpretes en el concierto de hoy que a partir de este momento forman un todo que se puede decir, parafraseando al Agustín González de “La escopeta nacional” (Luis García Berlanga, 1978): “lo que aquí se ha unido en el ADDA, no lo separa ni Dios en el cielo”. Y es que así parecía, que estábamos en el cielo.
Pasodoble, ballet, comedia musical han sido elevados a las alturas a partir de las vibraciones que en el aire han producido los instrumentos de estos magníficos intérpretes. Metal, madera, percusión, en conjunto y por separado, todos ellos bajo la batuta de su director, que surcaba los aires a modo de “bajel pirata”, han emitido sonidos para deleite de dioses y mortales.
¡Y, asómbrense! No estoy hablando de una agrupación de profesionales. Se trata de un conjunto de no más de 70 jóvenes y mayores, estudiantes y jubilados, agricultores, albañiles, transportistas, médicos, …, todos unidos por la música.
Y tras ellos, un pueblo. Un pueblo que sabe fundir la tradición del pasado con la esperanza del futuro en una realidad presente. Presente efímero, presente que se construye día a día, hora a hora minuto a minuto, segundo a segundo, e igualmente se desvanece; pero que deja un poso de ceniza de dónde, como ave fénix, renace la cultura. Cultura, esa forma de expresión, esa señal de identidad del ser humano que se abre, se extiende, se comparte hacia la colectividad y escribe la historia.
Pues sí, hoy y siempre, pero especialmente he formado parte de ese colectivo, de ese pueblo que ha compartido su ser, y no puedo hacer otra cosa para compartir mi emoción que proclamar que ¡yo he estado allí!".
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