Estoy harto de los mismos peinados en política, de las mismas canas, de sus implantes de cuero cabelludo, de sus camisas bien planchadas y de sus solapas tiesas. Estoy harto de las coletas, de las camisas blancas, de las barbas recortadas, de los jugadores de baloncesto que impostan la voz e imitan a Clooney anunciando el Nespresso. Estoy harto de vicepresidentas que parecen no haber roto un plato y bailan en platós para olvidar que hay demasiados cadáveres tras las cajoneras de muchas sedes. Estoy harto del Presidente, de los presidentes autonómicos, de los consejeros de los presidentes y de los vicepresidentes, y de todo su proselitismo de asesores que se reparten el tajo y obligan a que cada vez seamos menos los médicos y los profesores. Sabemos que la cosa está jodida para mucho tiempo y estamos resignados como así ha querido el PPSOE. Pero lo que remueve las tripas es ver las mismas caras en política durante tantos años, y ver la mía delante del espejo y la de un tal Iglesias, el Eminem de los antisistemas, que vende chapas y libros como churros. Estoy harto de ver a los políticos en el Hormiguero haciendo el filfa, que diría Valle-Inclán, por no decir secamente "el gilipollas". Estoy harto de toda estética del mal que desfila por las teles y que va a decidir el destino de mis vástagos. Estoy harto de un tal Rivera y de su pose de Adolfo Suárez, de su postín de novio predilecto para la hija del boticario. Estoy harto de mí, de mi yo, y de un tal Mas que quiere ser el Kennedy de los països. Filfa de mundo y pena de cráneos privilegiados.
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