domingo, 29 de diciembre de 2013

Recordando al grupo Nirvana

La lírica, lo prohibido y la destrucción


Mi reseña en Mundiario sobre el grupo Nirvana.


    Traducía del latín cuando me enteré de la noticia. Lo grunge era un trance, una pose, un estado mental. Tras la muerte de Kurt Cobain, muchos artistas se atribuyeron las influencias del grupo y aquellas reivindicaciones fueron fatales para la música. Nirvana murió con Nirvana. Y los que seguimos escuchando al grupo consideramos que su modernidad no está al alcance de las frívolas réplicas que redundan en tópicos y melodías para ganar un mayor mercado. Nirvana fue el claro ejemplo de que el malditismo, bien conducido, puede ser un objeto de consumo. A mi generación, la de los noventa, el grupo nos marcó porque significaba lo que muchos teóricos intentaban explicar acerca de la posmodernidad; el carácter autodestructivo de nuestro progreso y el lirismo como forma de autocomplacencia en un mundo desarrollado que rechazaba lo instintivo y lo ancestral.

    Nirvana expresaba una violencia interior que, a través de sus letras irreverentes, concisas y no exentas de belleza, rompía con los tabúes impuestos tras la caída del Muro y, en un arrebato contumaz de cuerdas y cambios de ritmo imprevisibles, componía para escandalizar y para reprochar, pero siempre desde una lucha personal entre lo establecido y lo prohibido. Nirvana no fue un grupo nacido para el exhibicionismo del “Metal”, su exhibicionismo nacía de algo doloroso, muy adentro, de un impulso genuino, personal, que necesitaba la aceptación y la resignación de sus seguidores.

   Su rebeldía, su exceso, su conflictividad con el orden y las creencias, su estado de ánimo depresivo y su patología paranoica eran inconfundibles en aquella música que muchos interiorizábamos en nuestro cuarto, a solas, porque aquel lenguaje era único, auténtico y el que necesitábamos para encontrar un sentido a nuestras previsibles frustraciones de adolescente. No necesitábamos chupas de cuero, ni botas con hebillas, ni cabezas rasuradas. Nirvana dejó claro que la música, como la literatura, es un estado de ánimo, una forma de vivir en el margen, apurando la pasión inútil de nuestra existencia en un mundo que nos aboca a la muerte por suerte o por desgracia.

    Me enteré de la muerte de Kurt en una clase de latín. Traducíamos a Cicerón.

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