miércoles, 18 de diciembre de 2013

A la memoria de la periodista Anna Politkóvskaya

Europa y las pseudodemocracias


Mi artículo publicado en Mundiario.


    Me sobrecogió el tono sobrio y sincero que la periodista rusa articulaba en sus reflexiones sobre la gestión política del gobierno de Putin. Esa claridad expositiva, sin miedo a la represalia ni a la censura, la he visto en pocos periodistas de Europa. La muerte de Anna Politkóvskaya, asesinada en la puerta de su casa, no es casual y ratifica la tensión política que algunas pseudodemocracias sostienen con tal de mantener sus avales de poder.

   Lo que la periodista plantea en sus escritos, especialmente en su Diario ruso, editado por Círculo de Lectores, es la anomia de un sistema político donde la censura y la militarización del poder condicionan la evolución social de cualquier conciencia crítica contra el gobierno de Putin. La ocupación militar, la ocultación de información a la opinión pública de asuntos de relevancia política trascendental, como los atentados escalonados por grupos independentistas a lo largo de esta última década, la falta de diálogo del Gobierno con las provincias ocupadas por el ejército, la gestión errónea de tragedias como el hundimiento del Kurtz o la masacre en la escuela de Beslan son algunos de los asuntos que Politkóvskaya disecciona con datos precisos responsabilizando directamente a políticos y militares.

   La experiencia periodística en Diario ruso refleja una honda preocupación por destapar las miserias de un sistema político que ha encontrado en el mutismo de su población, en su sentido ancestral de la servidumbre, una forma de regirse que atrae a la corrupción y a la desidia: “En Moscú se ha producido un gran revuelo por culpa de un nuevo libro de texto de historia. Los representantes de Rusia Unida exigen que Putin pida que se citen con orgullo” los sucesos de la guerra soviético-finlandesa de 1939 y la colectivización agraria de Stalin. Insisten en que nuestros niños deberían leer otra vez un enfoque soviético de la Segunda Guerra Mundial y del papel supuestamente positivo desempeñado por Stalin. Putin está conforme. El aliento del Homo sovieticus nos acaricia suavemente la nuca” (pág. 99). No está exenta de su argumentación la partitocracia que gobierna toda la estructura administrativa del Estado así como el empuje del poder financiero sobre los mandos de los partidos. Parece que a eso se va acostumbrando el pueblo ruso, como hizo tristemente con el zar y con Stalin: “La revista Itogi pregunta a la gobernadora de San Petersburgo: “¿Puede Rusia ser una república parlamentaria sin presidente?”. Valentina Matvienko, una estrecha aliada de Putin contesta: “No. Eso no funcionaría para nosotros. La mentalidad rusa prefiere un amo, un zar, un presidente. En otras palabras; un líder”. Matvienko sólo sabe repetir lo que escucha en el círculo de los que rodean a Putin” (pág. 261).

    Esa estructura económica subordinada al rol de los partidos y quienes los conforman, así como el control de los medios y la persecución a aquellas voces que ponen en crisis los mandamientos del régimen, no distan de las credenciales de algunas pseudodemocracias, me atrevo a decir, que se están fraguando dentro de la UE. Un aura de oligarquía política y económica, basada en la manipulación mediática, en la ideologización de los sistemas educativos y en una estructura administrativa regida por los partidos, se cierne sobre nuestras diversas realidades sociales.

   Increíblemente el aparato político que critica Politkóvskaya sobre Rusia parece haberse trasladado a nuestras administraciones, comenzando por las locales. Pienso, desde hace mucho tiempo, que no es posible que el hombre acepte una única forma de gobernar, de acatar los fundamentos y las órdenes que prevarican su integridad, su decencia y, por tanto, me niego a aceptar que exista una única forma de vivir o de morir: “Continúan las misteriosas muertes de personas próximas a las autoridades estatales. En Sochi, Piotr Semenenko ha caído por una ventana del piso decimoquinto del Hotel Noches Blancas. (…) Semenenko era una figura destacada del panorama industrial, muy vinculada a San Petersburgo. La mayoría de la gente opina que la principal razón de su asesinato está en las discrepancias sobre la participación en los principales activos industriales bajo el sistema de capitalismo de Estado de Putin”. (pág. 410-411).

Descanse en paz Anna Politkóvskaya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu Opinión es Importante, Deja Tu Comentario: