Jack Alexander. |
Al descender, tu cuerpo. Menos la luz, callan todos los animales. Las sombras se acostumbran al vacío de los caminos. Hemos perdido los símbolos que tanta felicidad nos concedieron. Estamos solos, desnudos. La palabra no es necesaria. Las olas dejaron de existir. Estamos solos. Al descender, tu cuerpo y el pájaro que surge, inquietud de la sombra que nos dejó en un pálpito. Los aires de grandeza pertenecen a la vida impropia.
¿Qué nos trajo a este punto donde quedan otras mujeres como nosotras? Los árboles permanecen a lo lejos. Las manos de un niño rozaron alguna vez estos labios que consuma la tibia oscuridad. Adrede no podríamos imaginar que estamos en otra edad sin tiempo ni espacio a los que sobrevivir. Estamos solos y escucha que en el fondo de las aguas alguien que deseamos nos llama desesperadamente.
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