Varias personas cogen comida caducada de un contenedor en la calle de Bailén. |
El socialismo de Zapatero se encargó de envenenar el lenguaje de la izquierda. No es la primera vez que escribo sobre este hecho. Diálogo social, interculturalidad, ciudadanía, agentes sociales o alianza de civilizaciones son algunos de los eufemismos que dilapidaron el verdadero lenguaje del socialismo. Hasta el punto de que la derecha los adoptó en sus discursos parlamentarios.
La pérdida de una izquierda con bases neomarxistas, sin radicalismos o discursos atemporales, hizo saltar por los aires la protección de las clases más desfavorecidas hace años. Los recortes sociales han demostrado que laciudadanía no existe en su sentido rooseveltiano, sino en el sentido platónico; ciudadanos que gobiernan la ciudad y luego los esclavos, que se someten a los dictámenes de los ventajistas.
La corrupción política en las instituciones y en las cajas de ahorros ha puesto de manifiesto que, en nuestra sociedad, existe una lucha interna entre la meritocracia y el clientelismo. Ahora vemos con mucha más claridad que el talento, la formación, la trayectoria impecable y la innovación son enemigos de una estructura endogámica dentro de los partidos y las administraciones públicas donde la escasez de recursos afrenta, difama y ningunea convenientemente a médicos, profesores y universitarios en favor de una preserva institucionalizada de consejeros, políticos y amigos de los políticos.
El mérito y el talento necesitan recursos, no solo voluntarismo, y lo que está en juego ya en España es el destino de unas generaciones que deben ser conscientes de que esa cultura ancestral que castiga al intelectual, al emprendedor y al funcionario de oposición conduce a las situaciones críticas de malversación, latrocinio y prostitución empresarial a la que estamos asistiendo. Una vez más se pone en evidencia en este país que la formación intelectual y la cultura del esfuerzo, que son los que mantienen la cohesión social, han de competir con las corruptelas internas de las instituciones.
Ahora más que nunca podemos comprobar que la lucha de clases no es un invento del Romanticismo, porque ya está claro quiénes son los privilegiados y quiénes son los que buscan comida en los contenedores. Los palmeros del PPSOE dirán que es demagogia. Yo digo: una M así de grande.
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