Sofia Vergara, protagonista de Modern Family. |
Quería escribir sobre los héroes de la democracia española, pero no está el horno para bollos. Así que, siendo fan de Modern Family, quería que estas líneas estuviesen dedicadas a la mujer jamona por excelencia, a mi Sofia Vergara, la antítesis del Special K y de la Ligeresa. Se puede estar buena, buenorra, sin obedecer a esos cánones suicidas que ofrecen algunas pasarelas de moda donde andróginos zombis desfilan como si viniesen del otro lado del espejo.
Es hora de reivindicar a esas mujeres apretadas, con sus pequeñas lorzas, con sus problemas de dieta que lucen tipazo cada vez que pueden, a lo Milo Manara, gracias a sus fajas y a sus corsés, esas mujeres que sonríen cada vez que hablan porque se comen a Dios por los pies y compran ropa exultante, indiscreta, con escotazo, no esa ropa insípida y mustia de Desigual. Una vez le preguntaron a mi Sofia, "qué olor le devuelve a su natal Barranquilla", y ella contestó con esa sonrisa espontánea: "El del patacón friéndose". Es hora de que Kim Kardashian, Beyoncé y Marta Torné pasen a ser la tentación que vive arriba, el animal más bello del mundo, lejos de esas quinceañeras patológicas que tragan bolas de algodón para quitarse el hambre y deshacerse de la grasa.
La sociedad posmoderna es tan creativa que consigue que la enfermedad parezca virtud, que Kate Moss vuelva a los escenarios como un emblema de Vitruvio mientras algunas de sus fanáticas imitadoras fuman como carreteros y se ceban a laxantes para consumirse de dentro hacia fuera. Un desastre. Con lo buena que está la ensaladilla rusa y unas rosquillitas. Y ya no te digo Sofia Vergara.
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