Las mismas monedas persisten hundidas
en el Hudson. Los albatros ya no se amparan
sobre los maderos flotantes.
No queda en el Hotel Alma Mahler
ninguna partitura, ni uno solo de sus recuerdos.
La viuda cierra cada célebre puerta.
Partieron los sonámbulos
cuando el resto de las aves fluyó
hacia las resonancias de cada escritorio.
El músico murió frente a la bahía,
Los ojos de un joven lo antojaron
viviendo aún sin el sonido y sin olas.
en el Hudson. Los albatros ya no se amparan
sobre los maderos flotantes.
No queda en el Hotel Alma Mahler
ninguna partitura, ni uno solo de sus recuerdos.
La viuda cierra cada célebre puerta.
Partieron los sonámbulos
cuando el resto de las aves fluyó
hacia las resonancias de cada escritorio.
El músico murió frente a la bahía,
Los ojos de un joven lo antojaron
viviendo aún sin el sonido y sin olas.
Fotografía de David Carol. |
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