No he elegido estos desastres. Me he acostumbrado a vivir en la iniquidad. Los hombres escupen y los pájaros almacenan los restos de los cadáveres. No he nombrado a los reyes de la transfiguración. El sol ya no está permitido. Aléjate y cálmate. No me arañes más la espalda ni leas ese evangelio apócrifo que el gigante de piedra te regaló por Cuaresma.
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