Leo con rapidez los cuentos fantásticos y de terror Donna angelica vs. Donna diavola, de Elena Montagud, publicados por Tombooktu. No hay nada que sorprenda necesariamente, pero me gusta que alguien rompa, en ocasiones, con los melodramas manidos para adolescentes y con esas novelas de aventuras épicas simplonas que dominan las editoriales. El trabajo de Montagud no es un trabajo de lenguaje, pero hay riesgo en el enfoque de cada relato, moviéndose entre el gore y lo sensual, apurando los límites de unos personajes que nos recuerdan a la tradición gótica de Lovecraft o Poe.
Mujeres despiadadas, mujeres que pertenecen al mundo de ultratumba, seres espectrales y el apasionante juego del otro inspiran cada uno de los relatos donde Montagud espera sobrecoger, logrando en ocasiones unas sólidas atmósferas perturbadoras. La incertidumbre es dichosa en su relato y, propio de alguien que comienza a trabajar en la escritura, sus argumentos están elaborados con intención de soprender, buscando un final inusual y abierto. Quizá el error está en esa intención, en que todo es previsible y el acierto es que, pese a esta contrariedad, su lectura es hipnótica, pues la psicología femenina responde a clichés atractivos que provienen del cine de terror americano más reciente y a un culto a esa literatura fantástica que ha adoctrinado a tantas generaciones en su forma de acercarse a la realidad. No solamente me refiero a los autores citados anteriormente, que son explícitos en algunos relatos, sino a esas filias que despierta Setephen King en algunos momentos de nuestra adolescencia.
En Donna angelica vs. Donna diavola, encontramos sobre todo entretenimiento, una fascinadora e inocente manera de articular el carnaval de vísceras con unos monólogos que expresan ingenuamente la ambigüedad de nuestro mundo en el que necesitamos a los seres fantásticos para soñar y respirar. Abrazos, Elena.
"Gabriel observó la afilada punta del cuchillo. Lo acercó a su muñeca, temblando. Luis le instaba a hacerlo de una vez. Cuando hundió el cuchillo en su carne, tuvo que morderse los labios para no gritar. La sangre comenzó a salir. Dejó el cuchillo en la pila del váter y se untó dos dedos con su sangre. Dibujó con trazos inseguros e irregulares un círculo en el espejo. Luis sonrió" (pág. 31).
"Estabas intentando leer un libro cuando escuchaste un ruido a tu espalda. Hacía una semana que Noel no salía del cobertizo más que para comer y dormir y en ocasiones ni eso, y ahora, estaba ante ti, con un gran ramo de flores en las manos. Sonreíste, acordándote del día en que intentó cortejarte. "¿Has ido al pueblo?", le preguntaste con las manos. Él asintió con la cabeza. Sus ojos brillaban de un modo infrecuente, pero no se te habría ocurrido jamás pensar que Noel te hiciese daño" (pág. 99).
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