Mi artículo en Mundiario sobre Denise Milani y la poesía de Dylan Thomas.
La modelo Denise Milani. |
A orillas del mar, el arroz con curry sabía a carne muerta. Nos agradaba esa sensación, Denise. Leíamos abrazados y tus ojos descifraban toda esa inefable consistencia de los versos. Dylan Thomas era un universo paralelo. Aprovechabas tus horas libres en el trabajo para deleitarte con aquellas metáforas inhóspitas, pero tan rutilantes y estremecedoras. El brillo era entonces más cautivador en tus ojos y ese efecto tan tentador la cámara lo registraba para millones de seguidores.
Por mucho que hablaran de tus pechos, lo importante para ti es que yo supiera corresponderte, profundizando en esa complejidad de algunos poemas que Dylan Thomas escribió con tanta ambigüedad significativa. Porque, en el fondo, amabas la semántica y tu profesión de modelo te parecía cada vez más ridícula y superficial. Sorbías el té rojo y los cormoranes se lanzaban contra la espuma. Respirabas con ansiedad al dejar el libro y todo era celosamente impuro. Todo, todo y todo la pareja de secos mundos, fantasma con el fantasma de ella, varón contagioso con el vientre de su informe gente, todo eso da forma desde la membrana y el chupe, golpe de carne mecánica sobre la mía, acopla en estos mundos el círculo mortal, y llorabas cuando la última palabra nos laceraba y un sol en llamas crepitaba tras la bruma de las aguas.
Eras increíble, Denise Milani. Tu nombre era sonoro y tu cuerpo, la argolla de fuego por la que los camellos de la parábola cruzaban. El vino era un sedante y el abrazo, y el beso. Escapaban mariposas de nuestras bocas y el sexo no era lo interesante, sino que Dylan Thomas siguiera golpeándonos, Dylan Thomas siniestro y ese verso que dice el puño de faz murió agarrotado sobre el dolor redondo. No dejes que tus pechos se antepongan a la poesía. Te quiero.
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