Mientras la corrupción no se castigue
Pablo Iglesias y otros dirigentes de Podemos. |
Al final PP y PSOE parecen más inclinados a perder las elecciones que a perder sus privilegios, me cuenta Virgina, una cajera del Mercadona de mi barrio. Es licenciada en Ciencias Políticas y no se maneja mal con el inglés. La abuela de mi vecino Kevin votaba al PP. Se llama Cándida y ahora me pide que yo vote "al de la coleta". El discurso de Pablo Iglesias es adictivo. Sus miradas estudiadas, como en la canción de Alejandro Sanz, y su tono monocorde están calando.
Quizá haya mucho márketing detrás de esa estampa, mucho asesor biónico, pero es que la realidad está siendo tan hiperbólica, tan filfa, como diría Valle-Inclán, que el discurso de Podemos recuerda a las parábolas de Cristo, esto es, un mensaje mesiánico para sobrevivir a los fariseos. Las revelaciones sobre el funcionamiento de los partidos están siendo tan obscenas, tan naturacas (vuelvo a Valle), tan corleónicas, que no queda otra que desvivirse por Pablo y sus acólitos.
La corrupción, además del paro, está siendo la clave del éxito social de Podemos. A estas alturas de la película, tengo claro que PP y PSOE no van a delatar a sus corruptos. Con algunas cabezas de turco se intenta hacer un lavado de imagen de vez en cuando, pero no es suficiente. Tengo claro también que PP y PSOE prefieren ahogarse juntos y darse la vida padre, quede lo que quede en el buffet libre, antes que purgarse.
Mientras Virginia me cuenta que venden más barras de pan que nunca porque las madres preparan bocadillos para comer y para cenar, los mensajes tecnócratas y puritanos de nuestros representantes son un ejercicio práctico de falacias consumadas, comportamientos de mentirosos compulsivos que viven en El País de Nunca Jamás. Muchos recuerdan a famosos telepredicadores.
Durante muchos años, el hecho de ser corrupto dentro de la política municipal y autonómica era un postureo erótico en nuestro país, una herencia del franquismo más rancio y clasista que convertía al político en vaca sagrada, en un gerifalte generoso que colocaba a amigos y familiares dentro de las instituciones a cambio de votos y agasajos. Pero las neveras empiezan a estar vacías, la crisis está siendo demasiado larga y son pocos los corruptos que van a la cárcel a diferencia de otras democracias.
Y me da que estos políticos van a morir matando. Da igual las encuestas, da igual la zorrería, da igual perder las elecciones. Lo que prima es la salvación de los míos y los tuyos. Y esa sensación de orfandad es insalvable para los ciudadanos.
Cráneo privilegiado.
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