No hay claridad en este horizonte que se cruza con nuestra mirada puesta en las ramas. Cerca de las piedras que rodean a nuestra figura, los perros se reúnen con esos hombres ensoñados. Lisa, Lisa Ann, no espero que tu mano se pose nuevamente sobre mi sexo para sentir que claudico. No espero que cabalgues dócilmente sobre mí para que el mundo vuelva a parecerte extraño. Fíate de esa señora del quinto que colecciona mariposas y mandrágoras, que alimenta hurones bajo su colchón de espinas. No soy más que otra víctima de tu salacidad. Eres dueña del mundo y tu clarividencia me alumbra sobre el destino que a tantos preocupa. Hundiré mi mano entre tus senos y la realidad será volátil, increíblemente voraz.
Los agujeros negros, aquí y allá, nos esperan, Lisa. No hagas el equipaje de antaño. Confía en que tu nombre será un eco dentro de la pulverización de estrellas. No tomaremos más píldoras y tu vientre, poseído por el ritmo, retornará a ser matriz de un asteroide. Bésame o muere, que la oscuridad nos va distrayendo despacio, muy despacio, hasta romper el ritmo de las mareas. No mires así a la cámara, que Dios también te estará viendo.
La actriz Lisa Ann. |
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