Pablo Iglesias, de Podemos. |
No negaré que el programa de Podemos abusa de idealismo. Los modelos, como sostiene el filósofo Gustavo Bueno, existen cuando se ponen en marcha en la realidad. Lo que me causa estupor es que, desde las pasadas elecciones europeas, muchos tertulianos de los Sálvame políticos, palmeros del PP y PSOE, acusan a Pablo Iglesias de populista. Parece que el sustantivo “populismo” se ha convertido en ese palabra talismán para contrarestar las vehementes críticas de Podemos hacia la casta.
Pero entiendo que el populismo es otra cosa cuando el PSOE abandonó su base neomarxista y ha convertido a sus carismáticos líderes en terratenientes y en consejeros de oligopolios que especulan con el maíz y con la energía. Creo que "populismo" es que el PP mantenga su clientela en los ayuntamientos y en la mayor parte de consejerías, mientras se recorta en Educación y en Sanidad. Creo que populismo es que el Consejero de Hacienda de los mejores años del pujolismo sienta la misma iluminación que San Pablo y se vea legitimado para convocar un referendum sobre el futuro independiente de Cataluña.
Aquí se ha robado a manos llenas y los tribunales, influidos y elegidos por esacasta que en twitter se conoce como el PPSOE, no han sido ejemplares, sino más bien laxos con las condenas de muchos políticos. El populismo se extiende a ese silencio mediático del que goza, desde hace semanas, el caso de los Ere andaluces y, desde hace meses, el caso Urdangarín. Mientras los tertulianos se entretienen en buscar una leyenda negra alrededor de los líderes de Podemos, los funcionarios vuelven a sufrir una congelación de sueldos mientras que a los altos cargos se les aumenta.
En los contenedores de las ciudades de este país muchas familias hacen cola esperando a que los supermercados arrojen sus productos a punto de caducar. Los sindicalistas y los consejeros asignados por PP, PSOE e IU se han gastado quince millones de euros en gastos personales a través de tarjetas B. Creo que los políticos de este país han conseguido que las palabras “demagogia” y “populismo” sean las que mejor definan la necesidad de unos cambios profundos en la organización parlamentaria y municipal de nuestros gobiernos.
Posiblemente, más que nunca, "demagogia" y "populismo" sean certeras palabras para denunciar el declive moral de una Administración caníbal que está pendiente de salvar los muebles de sus ungidos antes que buscar soluciones a los problemas de los ciudadanos. No soy de los que acaban sus artículos declarando que, por suerte,la mayoría de los políticos son honrados. Yo lo dudo. Creo que no hay ningún político honrado y los que no han robado están callados. Y considero que esa conducta es más perniciosa todavía. Y no se trata, querido Pedro Sánchez, de cambiar la Constitución, se trata de cumplirla, y tu partido no lo hace.
Por cierto, yo no voy a votar a Podemos.
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