Frida Kahlo: Diario |
La dificultad del ejercicio literario en Sobre los ángeles (Cátedra, 1989) radica en buscar espacios de significado poético a partir de sentencias brevísimas, sintagmas y palabras que se suceden verso a verso con una fuerza semántica y expresiva que trasciende la propia naturaleza del lenguaje escrito.
Hay una esencialidad pictórica en esa manera de componer el poema que nos traslada a una tradición oriental donde lo visual, lo perceptivo, lo significativo, por su cromatismo y por su abigarrada textura, implican una mayor emoción que la lectura meramente comprensiva. Siguiendo a Brodsky, quizá el misterio de lo poético reside en esa elevación de la palabra a otra realidad, mística, infranqueable al mismo tiempo que tangible. Los ángeles que enumera Alberti en su poemario son frescos en los que, por su descripción modernista y fatal, vemos reflejados vislumbres de una condición humana que es incapaz de superar la condena de la muerte, el lastre de la vida como un itinerario sufriente abocado a la desaparición: "Silencio. Más silencio./ Inmóviles los pulsos/ del sinfín de la noche/ ¡Paraíso perdido!/ Perdido por buscarte,/ yo, sin luz para siempre" (pág. 67).
Como expresa C. Brian Morris: "En Sobre los ángeles, se ahonda en sí mismo, y las emociones y sensaciones y los recuerdos que transforma en poesía proporcionan la unidad que domina y modula sus distintas maneras de escribir. (...) Los personajes que actúan en Sobre los ángeles, desde los ángeles de la primera fila hasta las mujeres fanstasmales cuya presencia se intuye más bien que se ve, deben su existencia al poeta mismo y existen solamente para representar sus impulsos o emociones." (pág. 15) No tengo tan claro que los ángeles sean las diferentes voces del poeta, si bien es obvio que cada poema es una forma de decir por cada creador, pero considero que hay más preocupación estética y formal en la producción porque la coyuntura en los años que fue escrito lo exige: las vanguardias están presentes en muchos creadores españoles e hispanoamericanos. Por esa razón, el silencio y la capacidad de síntesis son tan determinantes como la intencionalidad sentimental de convertir el tono de sus versos en una elegía personal y biográfica.
De hecho el fatalismo de los ángeles corresponde a su naturaleza bíblica, de luz y maldición. Lucifer o Luzbel es el ejemplo más significativo. Así, Alberti no escapa al intelectualismo. Su innovación es resultado de una fusión de tradiciones culturales con unas connotaciones pictóricas y cinematográficas recurrentes en versos como los que siguen: "Sola,/ sin muebles y sin alcobas,/ deshabitada./ De rondón, el viento hiere/ las paredes,/ las más finas, vítreas láminas./ Humedad. Cadenas. Gritos./ Ráfagas." (pág. 71).
La sintaxis se reduce a frases nominales. Apenas hay subordinación y los predicados, en algunos momentos, carecen de verbos. Esta búsqueda de lo elemental convierte lo lingüístico en pictórico, pues cada palabra actúa en el poema como ese trazo en el lienzo. No hay discurso descriptivo; importa el estímulo, el impresionismo, el ritmo y ese halo nostálgico que desprende cada ángel dentro de su propio poema, lejos de su habilidad para intervenir entre los hombres, lejos de la fundación del mundo, ángeles que esperan a la muerte o que piden misericordia, testigos de la pérdida de los días, absorbidos por un pensamiento terrible: "De la mano del yelo,/ las deslumbradas calles,/ humo, niebla, te vieron". (pág. 79).
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