Nicole Kidman y Jennifer Jason Leigh. |
Con una forma de narrar que me recuerda al mejor Lars von Trier o a la Coppola de Lost in Translation, Margot y la boda (2007) es una reflexión irónica y trágica al mismo tiempo sobre las relaciones humanas. Noah Baumbach construye una serie de personajes que, desde el primer momento, destacan por su extrema sensibilidad y por una tendencia autodestructiva que también se refleja en un paisaje gris donde transcurre todo, envuelto en una atmósfera salina cuyo cromatismo es monótono y sin vida.
Una luz crepuscular alimenta estas psicologías defraudadas con la vida, sin esperanza de que las cosas puedan mejorar en poco tiempo. Margot se presenta inesperadamente en la boda de su hermana y, desde ese momento, todo en el interior de la casa comienza a cambiar. Reproches, silencios acusadores, frases con doble sentido y una providencial revelación ponen en jaque los preparativos de la ceremonia. El desorden emocional de Margot, su rol de escritora que analiza las relaciones familiares y el lastre de su separación parecen contagiar a los impasibles habitantes de una casa en la que fingían vivir felizmente.
Margot y la boda es una elegía a la pérdida de la identidad, a la frustración personal de mujeres y hombres insatisfechos con la vida que arrostran llegados los cuarenta, una tragicomedia con una dosis de realismo que conmueve porque el espectador sospecha inmediatamente de que nada va bien en esa relación aparentemente fructífera que mantienen las dos hermanas. Escenas costumbristas y la intervención espontánea de los hijos adolescentes dotan de verosimiltud a este relato intimista. La Kidman sigue siendo soberbia en esos papeles dramáticos que la alejan de sus fatales apariciones en películas de acción y llenas de convencionalismo. Y aquí paro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu Opinión es Importante, Deja Tu Comentario: