jueves, 27 de noviembre de 2014

Clasicismo y ritmos populares

Mi reseña en Mundiario sobre el disco Everything I Love, de Eliane Elias.


   De madre pianista, la música de Eliane Elias destaca por sus ritmos coloristas, afines a la bossa nova, sin dejar de lado la tradición pianística del jazz de las grandes orquestas. Everything I Love es un disco con un discurso heterodoxo donde la artista combina temas de gran virtuosismo en composiciones al estilo de Count Basie, pero aproximándose a los arabescos de Ravel o Debussy. A diferencia de Diana Krall, en Eliane Elias hay un apego continuo a la improvisación, a la ruptura, a crear efusivas melodías que se disipan en pausas largas, de gran contención afectiva. Como si en cada pieza tuviera la necesidad de condensar no solo la nostálgica visión de la vida, de cualquier vida, sino también el placer adictivo a la ebriedad que la música produce en nosotros.

   Todas las piezas fluyen con un sentimentalismo deliberado, pero, a la mitad de su desarrollo, los matices se tornan irónicos, incluso procaces; se encabritan para concluir en una serenidad que deja a la voz de Elias un espacio de evocación, unas susurrantes palabras que recuperan ese tono nostálgico del comienzo de piezas como Blah, Blah, Blah. Cada tema se convierte en esa efusiva celebración de nuestra existencia, pero también en un recuerdo de la frustración y de la pérdida como en They Say It´s Wonderful. Esa capacidad para la improvisación, que también subraya el tributo a lo popular dentro de cada tema, dota a este disco de 2010 de una imperecedera polisemia.

   Siempre que se escucha, asistimos a renovadas experiencias donde el talento de Elias confluye en el enriqueciemiento de nuestras experiencias vitales y esa reinterpretación es lo que demuestra esa forma tan personal de tocar el piano. Porque el genio de la artista en este trabajo no se aplica a la innovación o a la experimentación, sino a que nuestro espíritu presienta que lo vivido ha sido espléndido, que, pese a las adversidades, todo tiene un sentido que queda en esa intangible música como un doloroso hecho que debemos celebrar. Basta escuchar un tema como I Love You para regresar a ese verso de Alejandra Pizarnik: "Y aún me atrevo a amar el sonido de la luz en una hora muerta".

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