Todo lo que temes está en esta peluquería, hasta esa madastra que te arrastraba del pelo por el Rincón del Moho. No me aprecias porque te recuerdo todas esas realidades que subyacen en tu memoria. Los abrazos son siempre siniestros como esa niña de blanco que se ahoga en los charcos de mi Avenue antes de contarme las desgracias de los duendes.
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