No solamente es la ilustración sonora de una de las mejores pelis de superhéroes que se han estrenado hasta ahora, sino también una narración audiovisual que nos permite completar lagunas y elipsis en algunas secuencias de El caballero oscuro. El dominio de esa ingeniería de efectos por Hans Zimmer y Newton Howard es incuestionable, pues su tenacidad obsesiva resuelve la banda sonora de esta película de 2008 desde una interpretación maldita del héroe.
El acierto del director, Christopher Nolan, fue alejarse de las referencias de Kane, Miller y Azzarello para construir un Batman con tal autonomía que el Hombre Murciélago y su antihéroe, el Joker, interpretado por Heath Ledger, parecían personajes extraídos de un imaginario personal, como si nunca hubiesen existido en los cómics. Ese logro enriqueció la figura de Batman, a cargo en la película por el camaleónico Christian Bale, y destruyó la infantilización que se tiene de los superhéroes como simples referentes de consumo para adolescentes y comunidades frikis. La composición de Zimmer y Newton Howard retoma el clasicismo de melodías amparadas por ese tono mahleriano que ha influido tanto en otros maestros de bandas sonoras como Bernstein o Jarre.
Sin embargo, esas melodías apenas adquieren una evolución lineal cuando las estridencias, los silencios y los ecos perturban esa tendencia evolutiva en el desarrollo de cada tema. Se muestra así una clara división estructural a lo largo de la banda sonora; por un lado, un inquietante zumbido metálico y una percusión ensordecedora nos presentan la perturbada psicología de un Joker paranoico. Por otro lado, los momentos épicos de la banda sonora representan el valor de ese héroe que se pregunta si las intenciones terroristas de este payaso no están motivadas por el propio protagonismo del Hombre Murciélago.
Guitarras eléctricas, timbales y la presencia dominante de instrumentos de cuerda consiguen crear esa recelosa presencia del Mal, cuya procedencia desconocemos, pero que llega a la ciudad como un auténtico ángel exterminador. El piano y los cellos producen en nosotros una estimulante reacción melancólica ante la muerte de la joven Rachel (Maggie Gyllenhaal), que condiciona la evolución del personaje de Batman. Es destacable esa intención mahleriana de crear en una misma sinfonía toda clase de posibilidades comunicativas, una ambiciosa propuesta que se lleva a esta banda sonora y que nos hace reflexionar sobre la legitimidad de las acciones de Batman; acciones que parecen ser el reclamo para un mayor aumento de la violencia dentro de la ciudad.
La música de Zimmer y Howard describen la oscura psicología del héroe y de su álter ego, el Joker, dos almas turbadas, con identidades confusas, que usan métodos ilegales para conseguir sus objetivos. El énfasis de las guitarras eléctricas es una alusión constante al peligro que se cierne sobre los ciudadanos en un Gotham que, desde los cómics de Bob Kane, se asume como la arena de lucha donde el Hombre Murciélago se entrega en cuerpo y alma contra el crimen para que sobrevivan los sueños filantrópicos del padre. Además, la ciudad, corrompida por las mafias y custodiada por bandas que lideran espectrales seres, es ese inframundo en el que el héroe se siente realizado. Allí, en los hipogeos de Gotham, Batman es capaz, por unos momentos, de exorcizar algunos de sus pecados, como el de sentirse indefenso, incapaz, cuando no pudo cambiar el destino de sus padres, asesinados delante de sus ojos.
La banda sonora de Zimmer y Howard es sobre todo un canto elegíaco con un telón de fondo marcado por el propio espacio industrial y urbano que simboliza la ciudad; son frecuentes ruidos de fondo como chirridos, desafinaciones, golpes metálicos y risas. Predomina el contraste entre lo orquestal y un soterrado dodecafonismo con el fin de crear la espantosa virtud de la locura, el caos, con el que muchos asesinos justifican penosamente la anarquía que pone en jaque al sistema establecido. Why so serious?
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