Propaganda nazi. |
El ensayo de Fabrice D´Almeida (Taurus, 2008) es una interesante reflexión sobre los vínculos que la alta sociedad alemana mantuvo con el nazismo para construir esa idea de Estado pangermánico que condujo a Europa al desastre. La obra no se caracteriza por una sesuda revisión historiográfica de esa situación social, sino que nos acerca de una forma divulgativa, eminentemente pedagógica, a la financiación económica del nazismo y al apoyo social e institucional que tuvo la élite política y militar hitleriana. Se niega, por tanto, esa idea mítica de que la principal base ideológica y política del régimen fuese el pueblo. Lo que, en principio, puede ser una carencia en el trabajo de D´Almeida se convierte, según vamos leyendo, en una manera excepcional de contar los hechos siguiendo un planteamiento deductivo, lleno de anécdotas que, finalmente, como mantendría al antrópologo Geertz, conducen a esa densa descripción que justifica la evolución de los cambios sociales en cualquier comunidad.
Destacaría cuatro aspectos temáticos en los que profundiza el autor y que matizan tesis ya consolidadas dentro de la historiografía de la Europa del siglo pasado: 1) El nazismo no responde solamente a un apoyo exclusivo de una clase determinada, sino que su estructura organizativa se debe a la mezcla de diversos estamentos que posibilitan que este nuevo orden se convierta en una ideología admitida por todos. Tanto la alta sociedad como las clases medias dejan que esa ideología gobierne sus costumbres y sus creencias ancestrales; 2) La propaganda se convierte en el mecanismo de difusión de esta ideología con una planificada maquinaria que recibe ayudas económicas de elites empresariales afines al credo del Führer; 3) Los fastos y los lujos entre diplomáticos y altos mandos nazis es revelador y se aleja de esa imagen de socialismo nacional preocupado por las condiciones laborales de los obreros alemanes; 4) Existe un desarrollo de costumbres cortesanas que, en el trato social, nos recuerdan sobre todo al feudalismo. Las ampulosas epístolas que Hitler escribe a compañeros y personalidades de la nobleza, celebraciones de onomásticas con ambientación versallesca y regalos generosos a condes, empresarios y monarcas son ejemplos significativos de esa manifiesta vinculación entre el nazismo y la más retrógrada representación de la aristocracia alemana.
Se comprueba así que el nazismo sostiene su poder económico y social a través de una red de corruptelas que contradicen su propia ideología. Con ese ejercicio de cinismo en el que prevalece el afán de la conquista y el exterminio de los judíos, la alta sociedad y gran parte de la burguesía niegan los oscuros movimientos del nazismo y muestran una complacencia inusitada hacia ese mito del Führer que se va construyendo en Europa bajo la pasividad de intelectuales y empresarios retribuidos constantemente.
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