La modelo Delphine Chanéac da vida a Dren en Splice. |
Splice. Experimento mortal es una de esas secuelas respetables que rinde tributo a toda la tradición del cine de ciencia ficción más elocuente e influyente: La mosca, Alien, La Cosa o Species. Sin ninguna innovación dentro de la trama argumentativa, a diferencia de aquella interesante Cube del mismo director, Vincenzo Natali, Splice retoma ese rentable debate sobre los límites de la ciencia.
Un flojo Adrien Brody (Clive) y una aceptable Sarah Polley dan vida a dos ingenieros genéticos que están experimentando con nuevas formas embrionarias para conseguir enzimas y proteínas de uso comercial. El conflicto entre los dos cerebritos comienza cuando Elsa decide inseminar uno de sus óvulos en una de las criaturas informes con las que trabaja. A partir de aquí se desarrolla una serie de acontecimientos más que predecibles que podrían haber llevado a Splice al baúl de los recuerdos. Pero no es así y, aunque parezca una boutade, son los efectos especiales los que nos cautivan en esta película de tal manera que estamos pendientes del desarrollo de la aventura solamente por ver las apariciones inquietantes de ese híbrido humanoide. Desde un simple roedor, Dren evoluciona rápidamente hasta convertirse en un bello espécimen con una inteligencia emocional que se mueve entre los afectos más entrañables y una violencia puramente instintiva. El mito de Prometeo y referencias a Pigmalión no escapan al argumento que está más pendiente de revelarnos la proeza del diseño genético de Dren y sus acciones que de construir un relato apetecible por su mensaje o por los conflictos de sus protagonistas.
Problemas de presupuesto para conseguir la excelencia de esta criatura inédita, apartaron la realización de la película durante algunos años. Una fantasía personal del propio Natali que investiga sobre los mundos posibles dentro de la ciencia y sobre la ficción más verosímil que viene, en este caso, apoyada por la colaboración de Guillermo del Toro, del que ya conocemos mucho para habérselas con criaturas del Averno. La película destaca, además, por una atmósfera claustrofóbica que exaspera en momentos álgidos del film, pues Dren tiene que ser escondida en lúgubres espacios para que este milagro genético no sea descubierto por el resto de científicos.
No obstante, esta trama previsible se desmorona según pasan los minutos y aún más al final de la cinta, cuando las metamorfosis de Dren se precipitan y todo acaba en la típica peli de serie B con persecuciones que rozan lo cómico y asesinatos sistemáticos que tantas veces hemos comprobado en películas de este género. Ese final abierto, semejante al de Alien. El regreso o al de Species, no es nada turbador por su esperado desenlace.
Sin embargo, el interés artístico de la película radica en esa capacidad creativa que Hoban y Natali han conseguido con ese posible eslabón perdido, conscientes de que nos rodea una naturaleza poliédrica que muta constantemente. Maquillaje y efectos especiales transfiguran a una atractiva Delphine Chanéac en una criatura hipnótica que cada vez que sale en pantalla nos desconcierta y nos hechiza.
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