Estoy harto de escuchar la frasecica: "Lo importante es leer". Pues no. Leer cualquier cosa, leer bazofia, no lleva a ningún sitio. Es la peor de todas las acciones humanas después de los crímenes más viles o firmar sentencias de muerte.
Los alumnos deben leer en clase y en casa para que sepan escribir, para mejorar su ortografía, para ordenar un relato de sus propios pensamientos. Pero son pocos los alumnos que leen con una motivación voraz, porque leer como escribir literatura nacen del azar, de una misteriosa confusión con el mundo que no comprendemos en algún momento de nuestra adolescencia, de la mala suerte de encontrarte repentinamente con Dostoievski y volverte adicto a la literatura rusa. Como sucedió conmigo.
Pese a los malos profesores de lengua que se tengan, pese a las malas companías, pese a la infelicidad, leer literatura y escribirla tienen su propia biografía contracorriente, contra todo lo previsible en una vida. Saber comprender un texto es necesario para desempeñar cualquier oficio y para defenderte el mundo real donde los presupuestos para el nuevo ascensor de la comunidad los carga el diablo, como la redacción de algunas cartas que llegan de tu banco.
Pero leer literatura es otra cosa y no beneficia nada que un adolescente lea a Harry Potter si luego a los cincuenta sigue leyendo Juego de tronos o Palmeras en la nieve. No. Más vale que se dedique a la pesca, a zurcir calcetines o a actividades de voluntariado.
Leer malos libros puede ser una gran pérdida de tiempo, te puede hacer mucho más imbécil de lo que nos programa nuestra propia genética. No quiero que la gente se sienta orgullosa de leer libros que censuran las editoriales con finales felices y personajes infantilizados. No quiero que mis alumnos lean esa bazofia que se promociona con enormes inversiones en marketing. Es una de las formas de adoctrinamiento lobotómico que ha encontrado Gran Hermano.
"Lo importante es leer". Una leche. Lo importante es saber hacer una buena fabada, cortar el pelo y cambiar un carburador. Leer literatura es otra cosa más peligrosa y arriesgada. Algo prohibido y, ahora que no se prohíbe nada, leer chorradas es un forma de sentirnos ilustrados, consumidores de un redil que gobiernan los de siempre.
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