Lo veo algunos días, pendiente de la chica que es una gacela, pero él no tiene posibilidades porque tiene un vientre giboso y flatulento, y porque, para ligar, presume de su soltería y de que tiene un apartamento en Torrevieja. Triste vida.
El tipo es calvo además y la joven, con pestañas Estee Lauder y buenorra hasta en el tuétano, sonríe con complacencia, que es el peor de los insultos. El tiempo pasa y el cincuentón preñado sigue dando la vara y ella se estira y le demuestra porque es una diosa, y el tipo babea en su propia fantasía onanista. Porque no le va a quedar otra que la soledad y el onanismo. Porque ella es joven y su cuerpo será administrado por un novio con crin de pura sangre y abdominales de Lobezno, y el tipo lo intentará una y otra vez, creyendo que ella está más cerca del precipicio gracias a su artimaña de tuno.
Pero el tiempo pasa y mientras ella disfruta de su perfil de Cleopatra, el tipo volverá a su apartamento a alcanzar aquello que puede, una cerveza con la que nutrir al octavo pasajero que lleva en su estómago, y su gato lo mirará convencido de que su amo es quien vacía la despensa de latas que solamente a él le pertenecen.
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