Luchando contra la enfermedad, la luz ya no hiere. No somos nada, salvo que ese polvo desprendido de los huesos. Los rastrojos arden bajo el asilo de unos ojos que no han visto otra cosa que la ceniza. La realidad es benévola con los perdedores y las ondas que fluyen del centro me recuerdan que he regresado a las mismas palabras.
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