Como no leías a René Char, decidiste no cambiar el papel de la pared y todo nos salió más caro. Los paraísos se vendieron a bajo precio y la rubia tóxica nos hizo una visita con todos los utensilios de un veterinario que ha pasado el peor de los exámenes. En la nevera no había nada, pero hiciste posible que al final su sangre fuera el vino que bebimos hermosamente amanecidos.
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