Lo que sospecho de tu conducta son esas salidas cada noche hacia los bulevares de los pingüinos muertos. Te ha gustado beber en los podridos agujeros donde la Inquisición pintó cada puerta con una cruz blanca. Insistes en la destruccion de cada una de tus células, en el dominio del mal menor, en la carne de fakir que alguien aliña para que nosotros la disfrutemos. No eres la mujer del cómic que tanto me alivia, sino la diosa que, cada noche, pisa las cabezas rotas de los pingüinos muertos.
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