Esa mujer que me detiene en el tiempo se parece a la madre de Pasternak. Juraré en mi nombre que los escarabajos de la harina huyeron buscando nuevas posibilidades creativas para la redacción de mi libro. Ella, que se desnuda bajo el vértice del poniente, tiene unos ojos que oscurecen el mundo y, a ciegas, la rozo con mis dedos para que ella tiemble y los escarabajos regresen a la harina. No quiero más cambios en mi guion.
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