Traspásame con tu violencia de mujer desquiciada por los acontecimientos de la política exterior. Amamantas a las serpientes y consideras que el incienso es un alimento perverso para los sagrados escritores. Hemos de tener fe en las ramas colindantes y en la orilla de ese río lleno de pértigas y postes donde se clavan las gaviotas. No soy el nativo que apunta con el arma a tu espalda. las moscas y las avispas escriben con su vuelo los tatuajes múltiples y los espíritus blancos que soñamos cuando el calor nos seduce y esas aguas verdes que sorbemos. Eres tan hermosa, mujer del sánscrito y del dolor tiranosaurio.
Caray, Manuel, tú si que traspasas todos los límites.
ResponderEliminarGracias, Irene, un abrazo muy grande y sigue leyéndome.
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