Empieza el cielo y el infierno. Las cadenas que arrastro me hundirán en el cieno. Eres la pesadilla de todo mamífero. Me ocupas entre tanto legajo un tiempo precioso. Hace tiempo que no escribo sobre la guerra, pero no importa si tú me acaricias el espinazo y viertes sobre mí el néctar que manó emulsionado de esas anémonas. Odio la aliteración, pero en mí produce la hipnosis y el contagio de la picadura celestial.
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