Eras el pastor de mi iglesia y le pegaste fuego a las cúpulas. Yo no tengo las caléndulas con las que te embriagas a las afueras de Barrond, pero tengo esa palabra vernácula que hunde las bañeras en la arena y que desentierra a los muñecos asesinos. No me basta con ese traje de organdí. Quiero que te inmoles y que las cabezas de ganado te acompañen hasta las orillas de la oscuridad.
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