martes, 11 de octubre de 2016

Una espina en la carne, de Lola López Mondéjar: pensamientos sobre la escritura

  
Portada de Una espina en la carne, de Lola López Mondéjar. / Prismática

  Después de los trabajos de Isabel Paraíso, me encuentro con una obra sobresaliente de la escritora Lola López Mondéjar, publicada en Prismática, que reflexiona sobre la creación literaria desde un punto de vista psicoanalítico.
  Seguramente no puedo ser lo suficientemente objetivo por la admiración que siento hacia esta escritora y amiga, pero también es cierto que mi formación en Semiótica me facilita el análisis de un ensayo que la autora de Mi amor desgraciado construye con un rigor significativo, pero sin caer en un árido metalenguaje del que a veces pecan numerosos ensayistas. Destacaría la importancia que tiene el ensayo dentro del panorama de investigaciones que, sobre la creatividad y su inefable raíz, se han realizado hasta ahora, pues es inusual este tipo de trabajos en nuestro país.
  Recuerdo un trabajo excepcional de María Teresa Caro Valverde, La escritura del otro, donde la filóloga analizaba el significado de la escritura desde el punto de vista histórico y antropológico. Muy recomendable. Con este ensayo, Una espina en la carne, Lola López Mondéjar se une a esa tradición europea de Jabès, Blanchot o Broch que, junto a su obra literaria, tienen además un importante muestrario de ensayos, cartas y aforismos que reflexionan sobre los misterios de la creación.
  Una espina en la carne analiza, desde el Psicoanálisis, la escritura como una representación simbólica y emocional de una carencia, de una mutilación afectiva. Esa mutilación es la que la autora utiliza para desentrañar todas las posibilidades creativas que se alojan tras esa carestía de raíz psicológica.
  La escritura como síntoma de un trauma y un déficit afectivo nos permite descubrir mecanismos de defensa como el narcisismo o el exhibicionismo para rebatir esa insatisfacción. La lucha por superar la inefabilidad contribuye a esa continua reinvención del yo, a un intento denodado de desenmascarar la realidad y a encubrir al autor en su juego lingüístico. Y López Mondéjar lo hace de forma amable, sin renunciar a ciertas dosis de lirismo que no devalúan la objetividad de lo expositivo.
  Y lo mejor, sin duda, esa invitación a la lectura de Clarice Lispector y Jean Rhys, autoras extraviadas en su depresión, en la adicción y en una obsesiva mirada melancólica hacia la realidad. Aspectos biográficos confirman la semántica afectada de su literatura y que Lola López Mondéjar analiza con una sensibilidad extraordinaria, cuya razón de ser lo comprueba el lector en ese relato de la autora murciana, a modo de conclusión, en la que razonamientos y creación personal se fusionan.
  Ese relato forma parte ya de esa tradición de El libro de las preguntas, de Edmond Jabès, o de La muerte de Virgilio, de Hermann Broch; la propia autora que analiza qué es escribir, la propia autora-investigadora que busca en los comportamientos psicoconductuales la razón de crear, se convierte en narradora para demostrar que crear y reflexionar sobre lo que se escribe es una forma de estar en el mundo, una forma de supervivencia ante la consciente amenaza de la caducidad y la propia extinción.

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