Leo en Anagrama Chesil Beach y me enternece esa capacidad que Ian Mc Ewan tiene para emocionar desde el propio lenguaje, como si el argumento no importara, como si los sentimientos de una pareja llena de frustraciones y temerosa de su propio futuro fueran lo de menos. Es la sencillez de una aquitectura prosística lo que convierte a este escritor en un narrador que despierta a las emociones desde la sabiduría de un lenguaje inspirado en la musicalidad y en la ternura.
El tabú sexual es el motivo de una novela que llega a convertirse en un poema largo para demostrar que, desde el ornamento o, por el contrario, desde la sobriedad expresiva, solamente se puede alcanzar ese miedo a romper con la tradición, con los prejuicios establecidos, con las costumbres que callan la atracción sexual, la penetración o el onanismo.
La belleza del paisaje,los interiores, logran que el idealismo no desfallezca, que sea posible la reanudación o la ruptura definitiva del deseo, como leemos al final: "Pero él guardó un frío y ofendido silencio en elatardecer de verano y observó la premura con que ella recorría la orilla y cómo las olitas que rompían acallaban el sonido del avance trabajoso de Florence hasta que sólo fue un punto borroso y decreciente contra la inmensa vía de guijarros relucientes a la luz pálida". (pág.184).
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