Que Platón fue un visionario al relatar su mito de la caverna no es ya relevante. Que la categoría "tontería" se le escapó a Maslow en su famosa pirámide es una evidencia. Lo que tengo también muy claro es que las nuevas tecnologías van a morir de éxito, que el Pokemon Go es el primer paso a la aniquilación humana, que la involución es una garantía de la extinción que merecemos después de hacer tanto el chorra.
Pokemon Go es nuestro particular meteorito, un desembarco en el limbo del aburrimiento. Porque la crisis que atravesamos ha traído muchos males, pero también mucho aburrimiento y mucha tertulia con Marhuenda, y a los Gemeliers. La falta de estímulos creativos, artísticos y culturales en los sistemas educativos y en la televisión trae los Pokemon Go y las pokeparadas. No hay sexo entre los jóvenes, ni onanismo, ni descargas porno, ni Lisa Ann, ni Aletta Ocean. No. Ahora solo hay Pokemon, excursiones Pokemon, y eso es muy casto, muy puro, porque ya no hay sexo en la pantallitas ni fuera de ellas. Pobre Nikki Benz. Pokemon es el futuro, la antesala del Apocalipsis, la quema de los templos. Una tontá, según las abuelas.
Pero ahí estamos todos, como si fuésemos Scully y Mulder en Expediente X. La verdad está ahí fuera. Y se llama Pokemon. No hay Dios, sino el Dios Pokemon, estúpido, banal e insustancial. Falo totémico. Falo Pokemon y tótem Pokemon. Y hay sujetadores Pokemon, bolas Pokemon que rellenan las copas y gimnasios Pokemon para que el frikismo no sea una fe marginal, sino una forma de consumir universal como los libros de Monedero y el rap de Eminem.
Pronto hablaremos Pokemon y yo escribiré en Pokemon. Y será fantástico, y me gustará enormemente, y el paso al hundimiento será breve y las pinturas rupestres nos parecerán algoritmos impenetrables porque estaremos muy lejos de la luz platónica, hidras en al abismo del océano, esperando la unicelularidad.
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