viernes, 12 de agosto de 2016

Plastic Beach y Gorillaz: un disco lleno de versatilidad e innovación formal


Plastic Beach/ zombiemonkie

 Vuelvo a escuchar Plastic Beach, del enigmático grupo Gorillaz, y sus canciones me llevan nuevamente a la contradicción de muchos críticos y músicos. ¿Ha muerto el pop? Yo creo que Blur lo resucitó y también lo aniquiló. Y los nuevos grupos que se atreven a romper los límites del estilo están más cerca del blues o del jazz que de un pop extinguido como propuesta, pese al machaque publicitario de las productoras.
 Gorillaz, con Damon Albarn a la cabeza, como geniecillo que busca siempre la sorpresa y la atonalidad, sorprendió en 2010 con Plastic Beach sin duda. El tercer álbum fue capaz de seguir creando esas atmósferas lúdicas y psicodélicas para sumergirnos en un experimento visual y onírico más que en un prodigio de música.
 Jazz, música contemporánea y melodías nostálgicas que te hunden en el sopor más autodestructivo nutren un crisol de experiencias sensitivas que se quedan quizá más en la experimentación que en el resultado. Con Gorillaz siempre pasa. Sus canciones son esbozos inquietantes muchas veces, otras, sin embargo, felices y festivas maneras de percibir el mundo.
 Plastic Beach se empeña en sonar a pop, pero no es pop ni por asomo. Suena a distinto como los últimos discos de Blur, que eran reflexiones sobre los límites del género más que música para bailar o cantar delante del espejo. Eso era lo grande de Blur, su valentía para arriesgar, y esa es la virtud talentosa de Gorillaz, y de este álbum que, tras escucharlo varias veces, crea su propio teatro dramático, funámbulo, lleno de caricaturas hacia el R&B y hacia el rap. Una maravilla que te pone en la encrucijada. ¿Ha muerto el pop?

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