El Sálvame de este verano no tiene nada que ver con el de veranos anteriores y mira que Paz Padilla lo hace ameno y dinámico, pero las historias no han hecho la sangre que muchos esperábamos. Luis Rollán y sus chivatazos o la boda de Kiko Matamoros con Makoke no han sido precisamente esos escándalos de las presuntas infidelidades de Urdangarín o de aquellos lances depresivos en los que se sumía Rosa Benito al enterarse del desgarro en el virgo de su alcoba chipionera. Su marido y una cabaretera mancillaron el honor de la peluquera.
Lo de Luis Rollán ha sido blandito, pero claro los guionisitas se esfuerzan y los testigos y protagonistas le ponen dramatismo, y la cosa va tomando cuerpo, pero el drama no es tal drama. Si lo de Luis Rollán es cierto, no tengo que reprocharle nada. Hay que comer y, si son amigos de verdad, lo entenderán y lo perdonarán. Además,que te saquen en una revista de papel cuché te hace tan inmortal como Thomas Mann.
Lo de la boda de Kiko pierde fuelle según pasan los programas. Usar la lista de invitados como ariete contra sus compñeros no tiene demasiado recorrido. Mi mundo gira a veces alrededor de Kiko, pero una cosa es la chulería, el alma truhán y vehemente del personaje, y otra cosa es ser "pesao". Y la boda y la no boda me obligan a ver los trasteros y a los Cazatesoros en Energy, y eso es muy triste para alguien como yo que ama y odia al mismo tiempo el Sálvame, y el Deluxe, y el polígrafo, y ese público variopinto de bocadillo y carretera que nos recuerda que el cine de Paco Martínez Soria no era un mal sueño.
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