sábado, 10 de mayo de 2014

Niebla y Unamuno

  Niebla y Unamuno. Ese contagio de literatura y de reflexión sobre literatura que desprenden sus páginas interviene en esa estigmatización de la escritura. Al mismo tiempo que escribimos, nos desposeemos porque la esencialidad de las palabras nos acerca a una realidad definida, única, pero, al mismo tiempo, la insuficiencia del signo, su agotamiento, su discreción, nos aleja y no puedo hacer otra cosa que recordar esa obsesión de Unamuno con Augusto:

    "Y le empujé a la puerta, por la que salió cabizbajo. Luego se tanteó como si dudase ya de su propia existencia. Yo me enjugué una lágrima furtiva" (pág. 243).

  "Cuando recibí el telegrama comunicándome la muerte del pobre Augusto, y supe luego las circunstancias todas de ella, me quedé pasmado en si hice o no bien en decirle lo que le dije la tarde aquella en que vino a visitarme y consultar conmigo su propósito de suicidarse. Y hasta me arrepentí de haberle matado" (pág. 252).

   Fragmentos extraídos de Niebla, de Miguel de Unamuno, en la edición de Espasa. Colección Austral.

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