A Álvaro Gordo
Los niños se echan a los puentes donde duermen las hormigas carnívoras. Desesperados, aguardan la pudrición de la crisálida. Será la hora en que los transatlánticos, cargados de líquenes, lleguen a puerto. Los niños bajarán hasta la plataforma y allí, junto a las tazas de té, tendrán la hoja para firmar, las canicas sin luz, las estampas de los santos hundidos en el cieno sagrado. Los barriles se llenarán de estiércol y de hoquillas de cobre. Los puentes serán devorados por los ojos que no descansan. No quiero olvidar esta pesadilla, porque soy ese niño que espera junto a las hormigas.
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