No me has querido como a esa otra mujer que desgarra el papel de la pared. No me has querido como esa muchacha que calienta las pieles sobre la encimera, que descansa sobre la cama del fákir. Esa mujer te brinda con ceniza en los labios y se cose los dedos para ser palmípeda. No merezco que me rechaces de esa guisa, que la otra mujer se arrastre por la cornisa de los cormoranes ciegos y me sonría como si no pasara nada, como si yo hubiera nacido bajo los rastrojos que un Führer pisa.
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