La muchacha del abanico negro tiene las uñas de nácar. Sueña con juguetes de metal, juguetes giratorios que buscan la luz en las madrigueras. La muchacha del abanico negro se persigue, se alcanza y se desmaya sobre el diván de plumíferos oscuros. Yo quiero ser esa muchacha de piernas largas como las de Brianna. Los muebles persisten en esa habitación de pelícanos azules y la muchacha del abanico parpadea penosamente.
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