Me encanta el inicio de Trópico de Cáncer, de Henry Miller. Su narrativa, como la calificó Vargas Llosa, es la verbalización de un nihilista. Me parece que lo Miller no es nihilismo, sino el discurso lúcido que viene tras una jaqueca importante; el don de la ebriedad llevado a una narrativa impulsiva, vitalista y destinada a lectores que necesitamos ser mamíferos en algún momento.
"Vivo en la Villa Borghese. No hay ni pizca de suciedad en ningún sitio, ni una silla fuera de su lugar. Aquí estamos todos solos y estamos muertos".
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