Os amabáis sencillamente como perras, pero el espíritu era mayor que vuestro deseo. Yo cosía las cortinas de todos los burdeles invisibles mientras os besabáis y, en vuestra memoria, el verso de René Char os excitaba aún más porque, tras el declive del día, solamente queda la oscura noche. Oscura noche en la que gritan los pájaros inconsolables y en la que los amantes, para no asesinar a los tejones, prefieren convulsionar acompasados como un dúo modélico.
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