A José Antonio Cayuelas y a Álvaro Mellado
Los museos se han llenado de enfermeras y los moluscos han penetrado en los orificios de algunas figuras para anidar todo el invierno. Nuestras manos han cruzado la horma del tiempo y los aceros. No soy el hombre que mira detenidamente el lomo de algunos libros, sino el hombre que mastica chicle delante de las cigüeñas moribundas, mientras alguien silba a la inclemente mujer de los pechos tatuados. Amo el surrealismo y la época de la poda.
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