Un tributo a la Noche del cazador.
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Basta el silencio, sobre todo el silencio, para que un poema adquiera
todas las significaciones posibles. El barroquismo de una obra no está
en su extensión ni en su artificio, sino en su intensidad. El nuevo
Premio de Poesía para Niños, Ciudad de Orihuela, Donde nace la noche,
logra que lo sencillo aspire a ser sublime, pues el símbolo de esta
obra de Forchetti nace de la sencillez misma de la palabra.
Su puridad y su exquisita disposición en unos versos breves contienen
un mundo personal que se mueve entre lo feroz y la delicadeza de unos
paisajes que vibran ante la inocencia de quien lo contempla con el ansia
de descubrir: "Vuelo/ de las gaviotas/ que desparraman/ la oscuridad"
(pág. 42). Donde nace la noche es un tributo a la soledad de
aquellos que no son conscientes todavía de que existe tal sensación de
naufragio. Los niños asumen la soledad, respiran la ausencia de los
recuerdos y de la vida que aún tienen por delante porque su naturaleza
así lo impone y esa realidad es un don.
Esa ignorancia inexorable invita a Forchetti a construir una
atmósfera inquietante, hermosamente recreada en animales y otros
elementos de la naturaleza, siempre bajo el auspicio de la noche. La
edición de Factoría K, Kalandraka, remite a un lenguaje poético que, sin
abandonar el juego de la palabra, expresa un deseo imperturbable de
dejarse llevar por los misterios que la misma oscuridad engendra: "Luna/
del agua/ en el cordón/ de la vereda./ Un perro/ se la traga,/ agua/ de
seda./ Pasa la bicicleta,/ la desteje/ con la rueda./ Bostezo/ de la
luna/ de la madrugada" (pág. 38). Como si tras esas incertidumbres,
nuestros personajes tuvieran que acercarse a la noche para reparar la
ausencia de un afecto, así que la oscuridad se convierte en la
reparación de esa inexistencia.
Las ilustraciones de María Elina son esbozos de ese desamparo buscado, un dibujo que sencillamente trabaja con el constraste de blanco y negro, con redondeadas formas que exhalan esa serena consitencia de lo que la oscuridad desvela cuando nos sumergimos en ella, sin temor.
Las ilustraciones de María Elina son esbozos de ese desamparo buscado, un dibujo que sencillamente trabaja con el constraste de blanco y negro, con redondeadas formas que exhalan esa serena consitencia de lo que la oscuridad desvela cuando nos sumergimos en ella, sin temor.
El compromiso de Forchetti con su poesía reside en la sencillez y en
un rítmico proceso de asimilación de esa soledad que los niños olvidan,
porque apenas la recuerdan y no queda otra cosa que asumir la noche como
un vergel, como un paraíso propio e imaginario. No puedo omitir que, en
algunos momentos, su lectura me ha recordado al descenso por el río de
esos dos hermanos que, en la película de Charles Laughton, La noche del cazador, huyen del terrible sacerdote que los persigue.
Aunque parezca una paradoja, Donde nace la noche es el
descenso a un recóndito espacio de luz que vibra cuando, al observar la
oscuridad infinita, uno siente el vértigo de lo desconocido, el
sobrecogedor entretenimiento que esconde tanto enigma: "Pasan las
constelaciones/ sumergidas/ en el espacio./ Las ato con hilos/ como
barriletes/ de bandadas/ de pájaros/. Orión/ El Centauro/ Los Peces/ La
Cruz del Sur/ El Lagarto" (pág. 14).
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