No soy un psicokiller como aquel muchacho de dieciocho años que escuchaba a Sakamoto y a punto estuvo de clavarte el lápiz en tu pecho izquierdo. Cómo hubiera sentido esa pérdida, Christy. Por qué renunciaste a tu apellido y te colocaste Mack, por qué dejaste tu prometedora carrera de dibujante de Disney por ese perfil homicida de Catwoman que ata a los machos alfa a los postes de telégrafo para devorarlos como una caníbal punk y desesperada. Todo caníbal es un desesperado y una actriz que vale lo que su cuerpo merecería otra clase de guiones. Lástima que, con la muerte de Faulkner, haya muerto, tu mejor baluarte.
Christy Mack |
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